¿SERÁ VERDAD QUE “EL PUEBLO YA DESPERTÓ”?
“Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”, Albert Einstein.
Se dice que “el pueblo” salvadoreño ha despertado. Se pregona que Nuevas Ideas es “el partido del pueblo” y que todos los que se atrevan siquiera a intentar instar a la reflexión al actual presidente de la República de El Salvador, el bachiller y empresario Nayib Armando Bukele Ortez es “un infiltrado”, indistintamente si se trata de una reconvención fraterna, de la cual se hace referencia en el Evangelio de los cristianos; los apelativos son más floridos si se trata de una crítica o una contraposición.
Parecería descabellado lo antes expuesto, pero es real: los salvadoreños atribuyen al cúmulo de resentimientos ese “despertar”, pero ¿acaso no fue lo mismo con Carlos Mauricio Funes Cartagena? Lo preocupante es que las personas han dejado de creer en la cultura y han desdeñado su propia memoria histórica. Lejos están aquellos días en que las personas decían “el pueblo ya despertó” en 1994, cuando el “Comandante Simón” (o Schafik Jorge Hándal Hándal) arengaba sus huestes rojas que le alzaban en hombros con la consigna de “recuperar el país para el pueblo”.
El supuesto despertar no descansa en las bases de una merecida esperanza de la gente, más bien estriba en su resentimiento histórico que sigue ocasionando más daño que bienestar en la construcción del país con que todos soñamos.
EL MITO DEL NOVENTA Y SIETE POR CIENTO.
Lo que inició como un movimiento remozador en 2018, producto de la denostación de los que entonces detestaban a los disidentes al “orden político” vigente en aquel año, y la conversión de aquéllos insultos en fuerza vivificante e ímpetu de ser mejores y transformar un “orden” corrupto y corruptor fue paulatinamente cayendo en los mismos errores que cometieron sus detractores iniciales, con la consecución del poder.
Decir que hay un 97% de gente “en lo correcto” es tan real como creer que estamos listos para abandonar la ignorancia que somete a todos en una inconsecuencia moral que nos ha marcado históricamente desde los orígenes mismos de nuestra patria y que parece ser imposible de extirpar de la idiosincrasia salvadoreña.
Queda demostrado que las personas se envilecen con las mieles del poder público y se imponen a sus detractores usando la misma fuerza que inicialmente dijeron combatir. No hace ni dos años en los que todavía el presentador de televisión Moisés Urbina les llamaba “éter” o bien “burbujas”; cuando ahora, justamente ahora, los que fueron víctimas del escarnio público ahora lo utilizan como arma contra quienes se atrevan a insinuar siquiera una voz discordante.
A pocos meses de las elecciones 2021 para diputados y alcaldes en nuestro país, la gente irá a las urnas con la misma inconsciencia de antes y sin importarle temas trascendentales que deberían acaparar el interés de todos, pero que no ocurre en la realidad. Nuestra gente acudirá a ejercer el sufragio sin haber hecho la tarea, sin la lección aprendida.
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